AKENATON
Su nombre de nacimiento era:
Amenofis 'Amón esta contento' Coronado como:Neferkheprure wa'enre Amenofis(1353-1335 a.C) Nombre que cambia por: Akenatón. |
En algunas tumbas de los funcionarios de Akenatón se
encontraron fragmetos del Himno a Atón y su parecido con el salmo bíblico 103 es
sorprendente. Dice así:
'Eres tú quien hace que se desarrollen los
gérmenes en las mujeres.
Tú quien crea la simiente en los hombres. Tú quien da vida al hijo en las entrañas de su madre. Tú quien le calma con lo que hace cesar el llanto. Tú, la nodriza de aquel que está todavía en las entrañas. Tú quien da incesantemente el aliento para vivificar a cada una de las criaturas. Cuando sale la criatura de las entrañas para respirar, el día de su nacimiento, le abres la boca de par en par, y le provees de todo lo que necesita'.
El faraón Akenatón fue el décimo faraón de la XVIII dinastía, que gobernó Egipto entre los años 1353 a 1334 antes de Cristo y quién representó una de las figuras más trascendentales en la historia del mundo ya que creó el monoteísmo y su religión sirvió de base para el judeo-cristianismo y el Islam.
Su verdadera identidad todavía se discute, pero tanto misterio lo rodea que ha sido relacionado con una procedencia extraterrena, principalmente en base a su apariencia inusual, con un cráneo de gran tamaño y facciones atípicas de su rostro, así como su cuerpo con formas femeninas a nivel de las caderas.
Akhenaton estuvo casado con Nefertiti, considerada como la mujer más bella del mundo antiguo, con quién tuvo seis hijas y dos hijos como los más conocidos, siendo uno de ellos posiblemente Tutankamón el niño rey del antiguo Egipto.
Durante la primera parte del reinado de Akenatón, el estilo artístico hizo una transición súbita del estilo tradicional egipcio de retratar a las personas con un físico ideal, perfecto a un estilo nuevo y chocante. En el antiguo libro de Egipto de National Geographic Society se hace la pregunta "¿Akenatón realmente tenia ese aspecto?, y si lo tenía ¿que pudo causar sus deformidades? Muchos intentos se han hecho para sugerir una enfermedad o condición que pudiera explicar la apariencia de Akhenaton, ya que aparentaba ser una mujer con apariencia de un hombre o viceversa, pero además el se presentaba a sí mismo como una deidad materna.
Akenatón alteró su religión estableciendo al dios solar Atón como la deidad suprema y única, que era representado con un disco con líneas colgando hacia abajo, como una representación muy exacta del sol. Akenatón, ordenó el cierre de todos los templos en los que se rendía culto a otras deidades y en consecuencia, el sumo sacerdocio corrupto no puede seguir acumulando riquezas de la población, temerosos del Dios egipcio.
Más tarde Akenatón fue derrocado y expulsado a la península del Sinaí llevando a algunos súbditos, situación creó especulaciones con la historia de Moisés y su liberación de Egipto, con la pregunta ¿Akenatón y Moisés fueron la misma persona o compartieron la misma historia?.
¿Qué le pasó al faraón Amenofis IV (o Amenhotep IV) para
que rompiera de golpe con las tradiciones politeístas de su país e instaurara un
culto a un dios único?
Un misterio histórico del que, por suerte, tenemos algunos
retazos para entender esa postura. Todo empezó con una visión mística. O mejor
dicho, con una aparición de un objeto luminoso que le revela cuál debe ser la
nueva religión para Egipto. Según cuenta la leyenda, durante una cacería del
león el faraón Amenofis IV (1364— 1347 a. C., según la cronología de Christian
Jacq y de Josep Padró) tuvo un encuentro con un «disco solar resplandeciente»,
posado sobre una roca. Este latía como el corazón del faraón y su brillo era
como oro y púrpura, según reza un papiro atribuido al mismo Amenofis, en su
Canto IV al dios Atón. El faraón se postró de rodillas ante el disco, quedó
traspuesto y empezó una nueva era...
Para muchos investigadores
heterodoxos, el faraón habría sido testigo de un encuentro cercano con un ovni
que él identifica como un «disco solar» prodigioso.
Amenofis era por entonces un joven monarca de la dinastía
XVIII que no contaba con los triunfos y las conquistas de sus antepasados. Su
carácter era más pacífico y contemplativo. Sin embargo, va a pasar a la historia
por hacer algo que ningún otro faraón anterior se atrevió a hacer, ni siquiera a
imaginar: derrocar a los viejos dioses y poner en su lugar al «bendito y gozoso
Atón», un nombre que no era nuevo en el panteón egipcio. De hecho, en una
inscripción de la dinastía XII se puede leer: «El subió al cielo y se fundió con
Atón, el cuerpo del dios que lo había creado».
Se avecinaba una revolución religiosa en toda regla como
jamás se había visto en Egipto, a la que se conoce históricamente como la
«herejía de Amarna». Casi nadie le comprendió, pocos sacerdotes apoyaron esta
postura, pero todos la acataron por la cuenta que les tenía. Encontró refugio en
su esposa Nefertiti («la bella ha venido», que parece indicar un origen
extranjero) con la que se casa en el segundo año de su reinado.
En el quinto año de su reinado es cuando tiene esa
revelación y se produce el cisma religioso. Lo primero que hace es abandonar
Tebas y fundar lejos de allí otra ciudad en la que se sienta más libre y pueda
dar rienda suelta a todos los proyectos que quiere emprender. En el noveno año
de su reinado crea la ciudad de Akhetaton, a unos doscientos ochenta kilómetros
al norte de Tebas, que llegó a contar con veinte mil habitantes. La «ciudad del
horizonte de Atón» se construye en la margen derecha del Nilo, y él se hace
llamar Akhenaton, «el servidor de Atón». Sobre Akhetaton se levantó la población
de Tell el-Amarna, que acabó por dar nombre a la época de Nefertiti y su
esposo.
Desde ese momento, quedó proscrito el culto al dios
poderoso Amón, que tenía sus principales templos en Tebas y al que se había
adorado hasta que Akhenaton tuvo su extraña «visión». El siguiente paso fue
prohibir el culto a Osiris, la divinidad de ultratumba que era tan querida e
importante para su pueblo. Akhenaton prácticamente lo cambia todo: su nombre, la
capital, el lenguaje, el arte y la teología. Ahora es el sumo sacerdote del
nuevo y único dios, de la primera religión monoteísta, mil trescientos años
antes de que naciera Jesucristo.
Amenofis IV cambia su nombre, la capital
del reino, el lenguaje, la corte y la teología, todo en honor del dios
Atón.
Tell el-Amarna fue elegido como el enclave mágico para la
nueva capital, la «ciudad del Sol», porque nunca antes en ese lugar se había
adorado a otra divinidad. Según Cyril Aldred, uno de los mejores egiptólogos del
siglo XX, profundo estudioso de la época amarniana, la construcción de
Akhetaton, la nueva capital, se debió a la necesidad de construir un hogar para
el dios, al igual que sucedía con otras divinidades egipcias: Amón tenía su sede
en Tebas, Ptah en Menfis, Khnum en Elefantina y Ra en Heliópolis. Ahora le
tocaba el turno a Atón...
Tardó tres años en verse construida. Estaba totalmente
diseñada y pensada para rendir culto al dios Atón. Como nos recuerda Nacho Ares
en su obra Egipto insólito: «El propio nombre de la ciudad
en jeroglífico, Akhetaton, puede resultar esclarecedor. Aunque literalmente
signifique 'el horizonte del disco solar', Akhenaton pudo utilizar este término
ya que le recordaba muy de cerca su extraña visión. El ideograma que viene a
significar 'horizonte' en egipcio se escribe con el dibujo de un disco sobre
unas montañas».
El descontento del pueblo, del clero y del ejército cada
vez era más notorio. Pocos entendían este cambio tan radical y aparentemente tan
absurdo en sus costumbres. Le empezaron a llamar el «faraón hereje», el faraón
iluminado.
Uno de los símbolos del nuevo culto fue el Gran Himno a
Atón, posiblemente compuesto por el propio monarca, de un alto valor poético y
religioso, con estrofas tan simbólicas como la siguiente:
Hermoso es tu centelleo en el confín del universo
¡Oh, Atón viviente, que has existido desde toda la
eternidad!
Cuando te alzas por el borde oriental del cielo
Colmas con tu belleza todos los países
Pues tu brillo y tu hermosura son inmensos.
El país iba perdiendo prestigio. Akhenaton no quería
emprender ninguna campaña militar contra sus enemigos, era un pacifista
convencido y no le interesaba cuidar las relaciones con sus antiguos arados,
como era el rey de Babilonia. Se había aislado de lo que sucedía dentro y fuera
de su imperio. Se perdió Nubia y con ella la mayor fuente de oro. El pueblo, sin
embargo, le quería, y Akhenaton no era consciente de las conspiraciones que se
estaban preparando a sus espaldas.
El inicio de su declive fueron las desavenencias que tuvo con su esposa, la reina Nefertiti. Ella no le había dado descendientes varones, sino seis hijas y en el año 12 de su reinado Akhenaton decide repudiarla y ella tiene que refugiarse en el palacio del Norte, un rugar exclusivo donde acabó sus días. Dos bandos enfrentados surgen entonces: los que siguen adictos a la bella Nefertiti y los fieles a Akhenaton, que sigue adelante con sus iluminados proyectos. Los días de vino y rosas se van terminando para la pareja real y muy pronto para la nueva capital y, sobre todo, para el culto al dios Atón. El egiptólogo Philipp Vandenberg insinuó que la propia reina, retirada en su palacio, habría preparado un golpe de Estado restaurador. Lo cierto es que el faraón, llevado por la desesperación y la furia, mandó destruir todos los cartuchos e inscripciones en que aparecía el nombre de Nefertiti. El clero de Amón, siempre al acecho, junto con generales como Horemheb, se conjuran para derrocarlo, como así sucede. Akhenaton, el faraón solar, murió, joven aún, en el 1347 a. C. Con la desaparición del faraón hereje, del «buen rey que amaba su pueblo», desaparece todo un periodo singular en la historia de Egipto. Nada quedó tras su muerte, nada de su obra, nada salvo el recuerdo de un faraón que creyó poder cambiar el destino de su país. Se borró su nombre de la lista de los gloriosos soberanos del valle del Nilo. Amón, «el dios carnero», volvió a ocupar el puesto de dios supremo. A Akhenaton le sucede su yerno Smenker, al que reemplazó en el trono Tutankamon, el «faraón niño»... |
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