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AKENATON

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AKENATON



Su nombre de nacimiento era:
Amenofis
'Amón esta contento'

Coronado como:Neferkheprure wa'enre Amenofis(1353-1335 a.C)
Nombre que cambia por:
Akenatón.

En algunas tumbas de los funcionarios de Akenatón se encontraron fragmetos del Himno a Atón y su parecido con el salmo bíblico 103 es sorprendente. Dice así:
'Eres tú quien hace que se desarrollen los gérmenes en las mujeres.
Tú quien crea la simiente en los hombres.
Tú quien da vida al hijo en las entrañas de su madre.
Tú quien le calma con lo que hace cesar el llanto.
Tú, la nodriza de aquel que está todavía en las entrañas.
Tú quien da incesantemente el aliento para vivificar a cada una de las criaturas.
Cuando sale la criatura de las entrañas para respirar, el día de su nacimiento,
le abres la boca de par en par, y le provees de todo lo que necesita'.

\"akenatonEl faraón Akenatón fue el   décimo  faraón de la XVIII dinastía, que gobernó Egipto entre los años 1353 a 1334 antes de Cristo y quién representó una de las figuras más trascendentales en la historia del mundo ya que creó el monoteísmo y su religión sirvió de base para el judeo-cristianismo y el Islam.
Su verdadera identidad todavía se discute, pero tanto misterio lo rodea que ha sido relacionado con una procedencia extraterrena, principalmente en base a su apariencia inusual, con un cráneo de gran tamaño y facciones atípicas de su rostro, así como su cuerpo con formas femeninas a nivel de las caderas.

Akhenaton estuvo casado con Nefertiti, considerada como la mujer más bella del mundo antiguo, con quién tuvo seis hijas y dos hijos como los más conocidos, siendo uno de ellos posiblemente Tutankamón el niño rey del antiguo Egipto.
Durante la primera parte del reinado de Akenatón, el estilo artístico hizo una transición súbita del estilo tradicional egipcio de retratar a las personas con un físico ideal, perfecto a un estilo nuevo y chocante. En el antiguo libro de Egipto de National Geographic Society se hace la pregunta "¿Akenatón realmente tenia ese aspecto?, y si lo tenía ¿que pudo causar sus deformidades? Muchos intentos se han hecho para sugerir una enfermedad o condición que pudiera explicar la apariencia de Akhenaton, ya que aparentaba ser una mujer con apariencia de un hombre o viceversa, pero además el se presentaba a sí mismo como una deidad materna.
Akenatón alteró su religión estableciendo al dios solar Atón como la deidad suprema y única, que era representado con un disco con líneas colgando hacia abajo, como una representación muy exacta del sol. Akenatón, ordenó el cierre de todos los templos en los que se rendía culto a otras deidades y en consecuencia, el sumo sacerdocio corrupto no puede seguir acumulando riquezas de la población, temerosos del Dios egipcio.
Más tarde Akenatón fue derrocado y expulsado a la península del Sinaí llevando a algunos súbditos, situación creó especulaciones con la historia de Moisés y su liberación de Egipto, con la pregunta ¿Akenatón y Moisés fueron la misma persona o compartieron la misma historia?.
¿Qué le pasó al faraón Amenofis IV (o Amenhotep IV) para que rompiera de golpe con las tradiciones politeístas de su país e instaurara un culto a un dios único?
Un misterio histórico del que, por suerte, tenemos algunos retazos para entender esa postura. Todo empezó con una visión mística. O mejor dicho, con una aparición de un objeto luminoso que le revela cuál debe ser la nueva religión para Egipto. Según cuenta la leyenda, durante una cacería del león el faraón Amenofis IV (1364— 1347 a. C., según la cronología de Christian Jacq y de Josep Padró) tuvo un encuentro con un «disco solar resplandeciente», posado sobre una roca. Este latía como el corazón del faraón y su brillo era como oro y púrpura, según reza un papiro atribuido al mismo Amenofis, en su Canto IV al dios Atón. El faraón se postró de rodillas ante el disco, quedó traspuesto y empezó una nueva era...
Para muchos investigadores heterodoxos, el faraón habría sido testigo de un encuentro cercano con un ovni que él identifica como un «disco solar» prodigioso.
Amenofis era por entonces un joven monarca de la dinastía XVIII que no contaba con los triunfos y las conquistas de sus antepasados. Su carácter era más pacífico y contemplativo. Sin embargo, va a pasar a la historia por hacer algo que ningún otro faraón anterior se atrevió a hacer, ni siquiera a imaginar: derrocar a los viejos dioses y poner en su lugar al «bendito y gozoso Atón», un nombre que no era nuevo en el panteón egipcio. De hecho, en una inscripción de la dinastía XII se puede leer: «El subió al cielo y se fundió con Atón, el cuerpo del dios que lo había creado».
Se avecinaba una revolución religiosa en toda regla como jamás se había visto en Egipto, a la que se conoce históricamente como la «herejía de Amarna». Casi nadie le comprendió, pocos sacerdotes apoyaron esta postura, pero todos la acataron por la cuenta que les tenía. Encontró refugio en su esposa Nefertiti («la bella ha venido», que parece indicar un origen extranjero) con la que se casa en el segundo año de su reinado.
En el quinto año de su reinado es cuando tiene esa revelación y se produce el cisma religioso. Lo primero que hace es abandonar Tebas y fundar lejos de allí otra ciudad en la que se sienta más libre y pueda dar rienda suelta a todos los proyectos que quiere emprender. En el noveno año de su reinado crea la ciudad de Akhetaton, a unos doscientos ochenta kilómetros al norte de Tebas, que llegó a contar con veinte mil habitantes. La «ciudad del horizonte de Atón» se construye en la margen derecha del Nilo, y él se hace llamar Akhenaton, «el servidor de Atón». Sobre Akhetaton se levantó la población de Tell el-Amarna, que acabó por dar nombre a la época de Nefertiti y su esposo.
Desde ese momento, quedó proscrito el culto al dios poderoso Amón, que tenía sus principales templos en Tebas y al que se había adorado hasta que Akhenaton tuvo su extraña «visión». El siguiente paso fue prohibir el culto a Osiris, la divinidad de ultratumba que era tan querida e importante para su pueblo. Akhenaton prácticamente lo cambia todo: su nombre, la capital, el lenguaje, el arte y la teología. Ahora es el sumo sacerdote del nuevo y único dios, de la primera religión monoteísta, mil trescientos años antes de que naciera Jesucristo.



Amenofis IV cambia su nombre, la capital del reino, el lenguaje, la corte y la teología, todo en honor del dios Atón.
Tell el-Amarna fue elegido como el enclave mágico para la nueva capital, la «ciudad del Sol», porque nunca antes en ese lugar se había adorado a otra divinidad. Según Cyril Aldred, uno de los mejores egiptólogos del siglo XX, profundo estudioso de la época amarniana, la construcción de Akhetaton, la nueva capital, se debió a la necesidad de construir un hogar para el dios, al igual que sucedía con otras divinidades egipcias: Amón tenía su sede en Tebas, Ptah en Menfis, Khnum en Elefantina y Ra en Heliópolis. Ahora le tocaba el turno a Atón...
Tardó tres años en verse construida. Estaba totalmente diseñada y pensada para rendir culto al dios Atón. Como nos recuerda Nacho Ares en su obra Egipto insólito: «El propio nombre de la ciudad en jeroglífico, Akhetaton, puede resultar esclarecedor. Aunque literalmente signifique 'el horizonte del disco solar', Akhenaton pudo utilizar este término ya que le recordaba muy de cerca su extraña visión. El ideograma que viene a significar 'horizonte' en egipcio se escribe con el dibujo de un disco sobre unas montañas».
El descontento del pueblo, del clero y del ejército cada vez era más notorio. Pocos entendían este cambio tan radical y aparentemente tan absurdo en sus costumbres. Le empezaron a llamar el «faraón hereje», el faraón iluminado.
Uno de los símbolos del nuevo culto fue el Gran Himno a Atón, posiblemente compuesto por el propio monarca, de un alto valor poético y religioso, con estrofas tan simbólicas como la siguiente:
Hermoso es tu centelleo en el confín del universo
¡Oh, Atón viviente, que has existido desde toda la eternidad!
Cuando te alzas por el borde oriental del cielo
Colmas con tu belleza todos los países
Pues tu brillo y tu hermosura son inmensos.
El país iba perdiendo prestigio. Akhenaton no quería emprender ninguna campaña militar contra sus enemigos, era un pacifista convencido y no le interesaba cuidar las relaciones con sus antiguos arados, como era el rey de Babilonia. Se había aislado de lo que sucedía dentro y fuera de su imperio. Se perdió Nubia y con ella la mayor fuente de oro. El pueblo, sin embargo, le quería, y Akhenaton no era consciente de las conspiraciones que se estaban preparando a sus espaldas.



El inicio de su declive fueron las desavenencias que tuvo con su esposa, la reina Nefertiti. Ella no le había dado descendientes varones, sino seis hijas y en el año 12 de su reinado Akhenaton decide repudiarla y ella tiene que refugiarse en el palacio del Norte, un rugar exclusivo donde acabó sus días. Dos bandos enfrentados surgen entonces: los que siguen adictos a la bella Nefertiti y los fieles a Akhenaton, que sigue adelante con sus iluminados proyectos. Los días de vino y rosas se van terminando para la pareja real y muy pronto para la nueva capital y, sobre todo, para el culto al dios Atón. El egiptólogo Philipp Vandenberg insinuó que la propia reina, retirada en su palacio, habría preparado un golpe de Estado restaurador.


Lo cierto es que el faraón, llevado por la desesperación y la furia, mandó destruir todos los cartuchos e inscripciones en que aparecía el nombre de Nefertiti. El clero de Amón, siempre al acecho, junto con generales como Horemheb, se conjuran para derrocarlo, como así sucede. Akhenaton, el faraón solar, murió, joven aún, en el 1347 a. C.

Con la desaparición del faraón hereje, del «buen rey que amaba su pueblo», desaparece todo un periodo singular en la historia de Egipto.

Nada quedó tras su muerte, nada de su obra, nada salvo el recuerdo de un faraón que creyó poder cambiar el destino de su país. Se borró su nombre de la lista de los gloriosos soberanos del valle del Nilo. Amón, «el dios carnero», volvió a ocupar el puesto de dios supremo. A Akhenaton le sucede su yerno Smenker, al que reemplazó en el trono Tutankamon, el «faraón niño»...

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EL MISTERIO DE LA ESFINGE

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EL MISTERIO DE LA ESFINGE

El redescubrimiento en los años ochenta de una galerías que discurrían bajo el cuerpo de la Esfinge de Gizeh parece dar la razón a los cronistas antiguos y modernos que defendieron su existencia. Ahora la Egiptología debe evaluar hasta qué punto son ciertas las leyendas que atribuyen al subsuelo de la meseta de Gizeh la posesión de un entramado de galerías con los tesoros materiales y psíquicos de civilizaciones legendarias.
Aquella mañana de septiembre, muy temprano, desde la ventana del hotel, presencié cómo la niebla comenzaba a disiparse por la meseta de Gizeh. Ya se podía observar las cimas de las tres pirámides. Cogí el material que había amontonado sobre la cama y me dispuse a caminar hasta la meseta.
El lugar, casi vacío después de los últimos atentados terroristas, daba pie a pensar que el trabajo iba a resultar tranquilo. Tras veinte minutos a pie, ante mis ojos se encontraba, majestuosa como siempre, la Esfinge de Gizeh.
Auténtico logotipo de la cultura faraónica, Abu-el-Hol o Padre del terror tal y como la llaman los actuales egipcios, este león larguirucho mantiene en silencio uno de los secretos mejor guardados de la civilización egipcia. Aunque a ciencia cierta se desconozca la fecha de su construcción y a quien representa, suele vincularse más mal que bien con el faraón Kefrén de la IV dinastía (ca. 2550 a. C.).
La popularidad que siempre la rodeó ha motivado que tan ilustre monumento haya protagonizado las leyendas más bellas y a la vez, los espectáculos luminotécnicos de peor gusto a los que uno pueda asistir.
Tutmosis IV tenía razón
Entre los relatos más hermosos que acompañan la historia de esta figura milenaria, se encuentra el celebérrimo encuentro con el entonces príncipe y futuro faraón Tutmosis IV (ca. 1425 a. C.). cuando el príncipe tras una cacería se quedó dormido a la sombra de la Esfinge, el león se le apareció en sueños anunciándole que reinaría aunque, realmente Tutmosis por aquel entonces, no fuera más que un segundón.

También le pidió que fuera clemente con su sufrimiento y que la liberara de la ardiente arena del desierto que la cubría. Tras ser coronado, Tutmosis mandó erigir una estela de granito entre las patas de la Esfinge para rememorar el encuentro divino.
Dejando de lado la veracidad o no de la historia descrita en la estela, son más interesantes y enigmáticos los relieves que aparecen grabados sobre la luneta. En ella se ha representado una escena duplicada, en donde aparece el faraón Tutmosis IV realizando una serie de ofrendas ante una esfinge.
La estatua del león se presenta con todos los aditamentos decorativos que debió de tener en la antigüedad y, lo más curioso de todo, reposa sobre una construcción arquitectónica.

La interpretación habitual que afirma que el palacio grabado en la estela no es más que el templo que tiene ante si la Esfinge, es del todo evasiva desde nuestro punto de vista si nos atenemos a las reglas de perspectiva utilizadas por los artistas egipcios. Dejando de lado el hecho de que la forma del edificio representado sobre la estela y la del que podemos ver en Gizeh es totalmente diferente, los egipcios habrían colocado el templo, según sus reglas, delante de la Esfinge y no bajo ella, ya que la ubicación de este edificio en la meseta se encuentra más adelantada que la de la propia Esfinge.
La única solución que queda, por eliminación, es que ese edificio, palacete o lo que sea, se encuentre debajo del cuerpo de la estatua, hecho que todavía nadie ha podido confirmar aunque los indicios sobre su existencia son cada vez más abundantes y espectaculares.

Primeras menciones de los túneles
La sospecha de que bajo la Esfinge exista algún tipo de túnel que la pueda vincular con la Gran Pirámide o con una supuesta biblioteca milenaria que pudiera estar bajo el león, es tan antigua como el propio monumento. Ya en el siglo X de nuestra Era, los cronistas árabes mencionaban la existencia de puertas secretas que daban acceso a interminables galerías que a su vez llevaban a grandes cámaras llenas de tesoros.
Con ocasión de una conferencia pública, el Dr. John Kinnaman (l877-1961), arqueólogo bíblico de renombrada fama durante la primera mitad de nuestro siglo, afirmó que, habiendo ido a excavar a la meseta de Gizeh en 1924 junto con el prestigioso egiptólogo Sir Flinders Petrie, célebre por sus estudios sobre dicha meseta, ambos investigadores descubrieron de forma casual un túnel al sur de la Gran Pirámide.
Según Kinnaman, quien durante su exposición narró una historia al estilo de las célebres novelas de Lobsang Rampa, existía un corredor descendente que, sumergiéndose a gran profundidad, llegaba hasta una sala que albergaba un gran número de máquinas de extraño funcionamiento y, por supuesto, de origen desconocido.
También mencionó la existencia de miles de prismas de cristal cuya función ignoraba, y una máquina antigravedad, entre otras muchas cosas que "usted no se creería", según las palabras textuales que Kinnaman pronunció en la mencionada conferencia. Curiosa o sospechosamente, el arqueólogo no recordaba la ubicación exacta de este túnel tan singular, por lo que no ha vuelto a ser encontrado jamás.

Pero sin duda alguna, el episodio más simpático de la época moderna fue el vivido por el príncipe Faruk, el hijo del rey Fuad de Egipto, quien en 1945, emulando la gesta de su heroico antepasado Tutmosis IV no tuvo otra ocurrencia que ir de noche en su jeep a visitar la Esfinge
"para tocar algo y empujar una enorme losa abierta, que hacía de puerta", según nos cuenta el propio Faruk. La narración del rey no tiene nada que envidiar a la anterior, pues tras aquella puerta encontró, en palabras textuales, "una gran habitación guardada por un autómata".
Desgraciadamente, Faruk no dice que‚ era aquello tan importante que merecía ser guardado por un autómata, y al igual que sucedió con Kinnaman, tampoco recordó el lugar exacto donde estaba dicha puerta.
Sin embargo, haciendo bueno el refrán "cuando el río suena agula lleva", todas estas historias aunque narradas, que duda cabe, de una forma extravagante por sus protagonistas, no hacen más que respaldar los estudios que se han realizado sobre el monumento en el que se han apreciado varias concavidades en diferentes partes de la estatua.
De esta manera, se ha podido descubrir que, para asombro de muchos y espanto de otros, tanto la meseta de Gizeh como la propia Esfinge son un auténtico queso de agujeros.
Tengamos muy en cuenta que con los estudios realizados sobre la configuración geológica de la planicie, por encima de la cual se asientan las tres pirámides más importantes de Egipto, se ha llegado a la conclusión de que hace miles de años el agua debió correr a su gusto bajo la meseta, por lo que los egipcios pudieron haber utilizado estos túneles creados de forma natural, para comunicar subterráneamente unos monumentos con otros.
Un descubrimiento asombroso

En el año 1979, el estado de conservación de la Esfinge de Gizeh iba de mal en peor se necesitaba realizar con urgencia una campaña de salvación del monumento para que, literalmente, el león no perdiera la cabeza. Una precaria restauración realizada por los egipcios, y en la que no tuvieron otra ocurrencia que usar cemento para reconstruir la Esfinge, empeoró en pocos años el estado de la cabeza de la estatua.

Para salvar a la Esfinge, un grupo egipcio-americano de arqueólogos diseñó el llamado Sphinx Project. Durante los años 1979 y 1983 el Proyecto de la Esfinge, evaluó los daños sufridos sobre el león y esbozó una especie de invernadero que algún día, esperemos que pronto, cubrirá la estatua en su totalidad, alejándola de los peligros de la contaminación de la zona.

Tras las primeras campañas de la misión egipcio-americana, un viejo obrero fellah llamado Mohamed Abd al-Mawgud Fayed, que había trabajado cuando era niño en el último desenterramiento de la Esfinge en 1926 llevado a cabo por el ingeniero francés Emile Barazi, comunicó a los directores del equipo de restauración la existencia de una pequeña abertura junto a la cola del león, que había sido olvidada hasta hoy.
Según este anciano, el agujero daba acceso al interior del cuerpo de la estatua. Ante tan extraordinario descubrimiento, los miembros del ARCE (American Research Center in EGYPT) encabezados por los egiptólogos Zahi Hawass y Mark Lehner, no dudaron un instante en coger sus lámparas, olvidarse por unos días de la cabeza de la Esfinge e introducirse en su interior.
Lo que descubrieron los arqueólogos no se parecía en nada a las legendarias galerías descritas por los cronistas árabes antiguos y modernos; galerías y pasillos que se introducían en el interior de la tierra hasta profundidades insospechadas, encontrando a su paso toda clase de tesoros maravillosos. Todo lo contrario.
Descubrieron un túnel-pozo formado por dos grutas muy estrechas con poco más de 1 metro de anchura, cuya longitud total no superaba los 9 metros. Uno de los pozos asciende hacia el interior del cuerpo del león siguiendo la curva de sus cuartos traseros, mientras que el otro desciende introduciéndose en vertical en la roca de la meseta de Gizeh.
Ambas grutas forman un ángulo de 90 grados. Las paredes no han sido pulidas, por lo que su aspecto es muy tosco, similar a la traza que ofrecen las bodegas castellanas. Si se hace un seguimiento exhaustivo de las huellas de las herramientas utilizadas para su construcción, éstas parecen indicar que la labor en el labrado del túnel-pozo se realizó de arriba a abajo.
A lo largo del mismo aparecen en la parte superior una especie de peldaños, a modo de agujerillos en la pared, excavados para ayudarse en la ascensión por el túnel. Tras obtener el permiso oportuno me introduje por un angosto hueco. El ambiente era húmedo y fresco comparado con el terrible calor de la superficie. Recientemente han colocado una pequeña escalera metálica que facilita de alguna manera el acceso al interior de la Esfinge. En lo más profundo del pozo se amontonan los desechos, improvisado basurero de los guías locales que "vigilan" el recinto de Gizeh.
La estructura del túnel-pozo se haya dividida en cuatro partes. Según el esquema, la que lleva el número 1 puede ser considerada como la sala más grande de todas. Su altura es de 1,80 metros, pudiendo estar una persona de estatura media de pie, y su anchura de 1 metro.
Uno de los aspectos que más llamaron la atención fue el hallazgo de varios objetos en la cámara que lleva en el dibujo el número 4.
En ella se encontraron dos zapatos viejos, una pequeña chapa metálica y restos de cemento convencional.

Todos estos objetos, probablemente, fueran el fruto de la apertura del túnel en 1926 o quizás en una restauración moderna más antigua.

Las hipótesis de trabajo

El significado de este túnel-pozo, como reconocen Hawass y Lehner, se nos escapa de las manos. Las evidencias descubiertas por los arqueólogos, indican claramente que su realización se llevó a cabo durante una época faraónica, ignorada desde el punto de vista cronológico.
La existencia de los peldaños antes mencionados, ha hecho pensar a los investigadores del Sphinx Project en la posibilidad de que los túneles pudieran tratarse de una tumba privada, ya que son varios los ejemplos que conservamos en donde aparece esta estructura arquitectónica. Por otra parte, que duda cabe que una hipótesis mucha más sugestiva, es que pudo tratarse del intento desesperado de buscar en el interior de la Esfinge las legendarias riquezas de las que la tradición la hacía poseedora.
Finalmente, también puede tratarse del comienzo de una galería mucho más extensa que, quizás, diera lugar a una enrevesada red de galerías que pudieran transcurrir bajo la meseta de Gizeh, conectando las pirámide entre si, tal y como hemos señalado anteriormente.
Dilucidar cual de estas opciones es la correcta será tarea de futuras expediciones.

Investigaciones futuras: lo que queda por descubrir

No obstante quedan por estudiar otras muchas partes de la Esfinge en las que se conoce la existencia de varias concavidades. A raíz del descubrimiento del fellah al-Mawgud Fayed, los investigadores se han detenido a apreciar el momento vivido a comienzos de siglo con la apertura de otras cavidades. Para su estudio, según estas fotografías, se utilizaron niños de baja estatura y corpulencia.

Por otra parte, el geofísico estadounidense Thomas Dobecki realizó a comienzos de los años 90 una serie de investigaciones conjuntas con el geólogo de la Universidad de Boston Robert Shoch -autor este último de las polémicas teorías que datan la Esfinge por su erosión entre el año 5000 y el 7000 a.C. En estas investigaciones se descubrieron "anomalías y cavidades en la roca madre entre las patas del león y a lo largo de los lados de la Esfinge.
La más sorprendente de las cuatro que se descubrieron, era una cuyas medidas de la base eran 9 por 12 metros, y con una profundidad de 5. Las dimensiones y la estructura de esta nueva cámara excluían totalmente la posibilidad de que se tratara de una cámara natural del suelo de Gizeh.
Por el contrario, daban a entender que Dobecki se encontraba ante una construcción artificial que alguien dejó allí hace no se sabe cuanto. Es decir, que aún quedan secretos escondidos en el oscuro vientre de la Esfinge.
¿Qué‚ es lo que esconden estas cavidades? ¿Contienen los archivos de antiquísimas civilizaciones que relacionan la mítica Atlántida con Egipto tal y como pronosticó el vidente norteamericano Edgar Cayce? ¿A qué‚ se debe la reticencia del gobierno egipcio a investigar este tipo de descubrimientos?

Y es que la Esfinge de Gizeh parece ser un auténtico queso de agujeros, del que todavía podemos extraer multitud de sorpresas.





Una vez acabado el proyecto de restauración de la Esfinge comenzado hace más de una década, es hora de que los investigadores dediquen su tiempo a excavar e intentar explicar el significado de estas cámaras.

Solamente, el tiempo que se dedique a estas investigaciones, podrá resolver el enigma de la Esfinge y descubrir si, finalmente, existe algo bajo esta figura milenaria cuya mirada parece desafiar a la moderna arqueología.

En este caso, la verdad está ahí dentro.


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Frases diarias de Neale Donald Walsch‏

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Frases diarias de Neale Donald Walsch




…que la Vida está conspirando a tu favor. Puede que no siempre parezca así, pero lo está. Te lo aseguro. Todo lo que está sucediendo está sucediendo justamente como debe, para que tengas la oportunidad de crear la experiencia de tu Yo que anhela. La idea detrás de esto es darte la oportunidad de ser y saber Quien Eres Realmente, desde el más alto nivel. Este es la Obra de Dios que estamos realizando, tú y yo. Así que sigue adelante. Con cariño, tu amigo… Neale                                      

…que el más pequeño gesto – una sonrisa, una mirada dulce, una simple palmadita en el brazo, una palabra suave – puede cambiar la vida de una persona. Antes de que termine este mismo día, vas a tener la oportunidad de vivir esa posibilidad. Mira. Observa. Mira lo que este día te trae. Y estate preparado. Si tú crees que estoy exagerando con esto, por favor quiero que sepas que no lo estoy. Alguien está esperando esa sonrisa, esa mirada, ese gesto tuyo ahora. ¿Por qué supones que acabas de leer esto? ¿Crees que es una coincidencia? Con cariño, tu amigo… Neale

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EL GRAN LABERINTO

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EL GRAN  LABERINTO


Heródoto, historiador y geógrafo griego (484 a.C. - 425 a.C.), cuenta en uno de los capítulos del segundo libro de su "Historia":
“Como muestra de su unanimidad, decidieron dejar un monumento conmemorativo y eso los impulsó a construir el laberinto, que se encuentra situado no lejos de la margen meridional del lago Moeris, en las cercanías de un lugar llamado Cocodrilópolis. Yo estuve allí y el lugar está más allá de toda descripción. Si se hiciera un estudio de todas las paredes de las ciudades y de los edificios públicos de Grecia, se vería que todos juntos no hubieran requerido tanto esfuerzo ni tanto dinero como este laberinto; ¡y eso que los templos de Éfeso y Samos no son precisamente obras pequeñas! Es verdad, las pirámides dejan sin habla al observador y cada una de ellas es igual a muchos de nuestros edificios griegos, pero ninguna puede compararse con el laberinto.

Para empezar, tiene una docena de palacios interiores, de los cuales seis se hallan alineados en el lado norte y seis en el lado sur. Están construidos de modo tal que sus portales quedan enfrentados. Una pared exterior sin aberturas rodea todo el complejo. El edificio mismo consta de dos pisos y 3.000 habitaciones, de las cuales la mitad está en el subsuelo y las restantes 1.500, en la planta baja.
Visité y vi personalmente las mil quinientas habitaciones de la planta baja, por lo tanto, estoy hablando desde mi experiencia personal, pero en cuanto a las habitaciones del subsuelo, debo confiar en la autoridad de los demás, porque los egipcios no me permitieron entrar. Allí, pueden hallarse las tumbas de los doce reyes que originalmente construyeron el laberinto y de los sagrados cocodrilos. Por lo tanto, nunca estuve en ese sitio y todo lo que sé, lo sé de oídas. Por cierto, me habían mostrado las habitaciones que se encontraban encima de estas; resultaba difícil creer que hubieran sido construidas por manos humanas. Los pasadizos que interconectaban las habitaciones y los senderos zigzagueantes que iban de una recámara a la otra, me dejaron sin aliento, por su colorida variedad, mientras caminaba en completa admiración desde el patio hacia las habitaciones, desde las habitaciones hacia los peristilos y de los peristilos nuevamente a las otras habitaciones, y desde allí hacia los otros patios. El cielo raso de todos estos lugares está hecho de piedra, al igual que las paredes cubiertas con figuras en relieve. Cada patio está rodeado por una hilera de columnas de mármol blanco sin juntas.
Justo en la esquina donde el laberinto termina, se levanta una pirámide de al menos setenta y cinco metros de alto, decorada con figuras en relieve de grandes animales. Se puede llegar a ella a través de un pasadizo subterráneo”.
Estrabón, cuatrocientos años después, también describió brevemente el laberinto, destacando su magnitud e importancia, al igual que algunos otros historiadores y geógrafos.
La mayoría de los egiptólogos opinan que el laberinto fue descubierto en 1843 por el famoso arqueólogo alemán Richard Lepsius. Se trataba del descubrimiento de Lepsius sobre la pirámide sepulcral, con ruinas circundantes del faraón Amenemhet III (1844-1797 a.C.), no lejos del oasis El Fayum. En 1888 el egiptólogo Petrie también excavó la zona, llegando a una conclusión parecida al anterior: que el laberinto tuvo que estar allí pero que estaría destruído bajo tierra.




El investigador belga Patrick Geryl y el también belga Gino Ratinckx, egiptólogo, hicieron una serie de indagaciones partiendo de los textos clásicos y de los jeroglíficos traducidos por un egiptólogo francés ya fallecido y casi desconocido, Albert Slosman, convenciéndose que el laberinto fue el más magnífico edificio construido, no solo por su tamaño sino sobre todo por la importantísima información que puede contener de la civilización egipcia y sus orígenes, los cuales, según lo que Slosman pudo traducir, se remontan más allá de hace unos 11.800 años, cuando un gran cataclismo destruyó la anterior civilización, y sus sobrevivientes, los seguidores de Horus, tras unos miles de años, fundaron lo que ahora conocemos como Egipto. Aquella antigua civilización era conocida como Aha-Men-Ptah (Amenta), "el primer corazón de Ptah-Dios", la que los griegos denominaron como Atlántida.
Geryl y Ratinckx acumularon información sobre el laberinto y llegaron a la conclusión que es el más grande edificio jamás construido por el hombre, que su construcción tardó 365 años (desde 4608 hasta 4243 a.C.), que contiene el “Círculo de Oro”, que es una legendaria habitación a la que se hace referencia en el Libro de los Muertos, hecho de granito y recubierto en oro que contiene un legado de conocimientos incluso tecnológicos que nos dejó la civilización perdida madre de Egipto; que escrito en las grandes paredes está el conocimiento astronómico de los egipcios, incluyendo un gigantesco zodíaco; que contiene habitaciones con documentos sobre la historia de Egipto y anterior; y que muchas paredes pueden moverse y esto lo convierte en un laberinto real en donde algunas personas que perdieron su camino murieron; todo ello porque se trata de un edificio con habitaciones secretas por los documentos y utensilios únicos que allí se guardan.



En 1997, Geryl y Ratinckx, fueron a Egipto y localizaron el lugar exacto donde piensan estuvo el laberinto, en la zona donde antes ya Lepsius y Petrie habían excavado algo. Se trata de Hawara, a unos 90 km. al sur de El Cairo, en el oasis de Al Fayum. Hicieron unos escaneos del terreno y comprobaron que efectivamente allí había algo destacado, pero la falta de medios les impidió seguir.
Unos años después, animado por estas conclusiones, el artista e investigador Louis De Cordier financió el proyecto Mataha (laberinto en árabe), lo que supuso que en 2008 la Universidad de Gante (Bélgica) con la colaboración de las autoridades egipcias encabezadas por Zahi Hawass, hicieran un escaneado más exhaustivo del terreno donde se supone está el laberinto, consiguiendo unos resultados sorprendentes que les confirman que allí hay una construcción importante que habría que excavar.

En 2009 un proyecto polaco excavó en la zona descubriendo algunos destacados indicios de los que muy poco se sabe, pero Hawass decidió no dejar continuar la excavación a estos investigadores y parece ser que un grupo egipcio se ha hecho cargo. La dificultad del lugar es que está atravesado por un canal moderno que trasvasa aguas del Nilo al lago del Al Fayum, el antiguo Moeris o Meris, por lo que el yacimiento subterráneo del laberinto está inundado aparte de los metros de arena que tiene encima. Se ha decidido desviar el canal por unas conducciones nuevas y drenar el agua del yacimiento arqueológico. Según noticias dadas por Patrick Geryl esto debería concluir para octubre de 2010, es decir, ya. Una vez drenada el agua, entonces las excavaciones en busca del laberinto de Hawara podrán continuar. Estaremos atentos a las posibles novedades sobre este trascendental hallazgo no solo para la egiptología sino también muy posiblemente para todo el mundo.