Sin embargo, para desconcierto de los científicos, más y más vestigios descubiertos desafían ese punto de vista.
En el caso que nos ocupa, la arquitectura de estas reliquias no sólo tiene construcciones majestuosas, sino que también muestra signos de civilización avanzada. Este hecho demuestra que durante el tiempo prehistórico existieron civilizaciones desarrolladas, que por razones que aún nos son desconocidas desaparecieron y sólo dejaron algunos restos de lo que alguna vez fueron.
En esta ocasión viajaremos hasta el Lejano Oriente y nos situaremos en pleno mar de China, al sur de Japón y al este de Taiwan. Allí se encuentra la isla de Yonaguni, de apenas 40 kilómetros cuadrados.
Un equipo de arqueólogos submarinos encontró en esta isla una pirámide sumergida de, al menos, ocho mil años de antigüedad. Entonces, no existía –según la historia oficial– civilización alguna capaz de erigir tal monumento.
En ese lugar –según muchos investigadores– se han encontrado los restos del mítico continente perdido del Pacífico: Mu.
Platón habló de la Atlántida, una gran isla que se cree albergó una civilización que sucumbió bajo el mar hace diez mil años.
Al margen del relativo a la Atlántida, asunto del que ya hablé en su día, existen relatos similares que hablan de otros continentes perdidos. Uno de ellos es el citado Mu, que se trataría de una tierra que emergió en el Pacífico, cerca de las costas chinas y de las islas japonesas.
Precisamente en las costas de Yonaguni, bajo el mar, se han encontrado vestigios arqueológicos que han resucitado el mito de esta legendaria tierra.
Los más destacados de ellos forman una estructura de 50 metros de largo y 20 de alto que presentan el aspecto de una pirámide escalonada. Sus líneas rectas delatan que se trata de una estructura artificial. Rara vez, por no decir que nunca, la erosión origina ángulos perfectos y trazos lineales.
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Los científicos que han examinado los restos han averiguado, gracias al concurso de geólogos, que el lugar sobre el cual se asienta dicha pirámide sumergida estuvo tiempo atrás en la superficie, hasta que por diversas causas de índole geológica el mar se tragó gran parte de la isla.
Aquello sucedió hace algo más de ocho mil años y ésa es, por tanto, la antigüedad mínima de dicha pirámide sumergida. No deja de ser un problema para la cronología de la ciencia oficial, que está luchando contra viento y marea, a veces dándose de bruces contra la realidad, para no reconocer que las primeras civilizaciones podrían tener más de cinco mil años.
Las investigaciones no han hecho más que comenzar. Los más escépticos, agarrados a la ortodoxia, creen que la erosión ha sido la responsable de tan caprichosa forma. Admitamos por un momento que las líneas rectas de la formación sumergida de Yonaguni se deben a los procesos geológicos derivados de la actividad sísmica del lugar.
Las construcciones de la superficie de isla tienen el mismo corte y sello de identidad que la pirámide que se encuentra a sólo unas decenas de metros, sólo que sumergida. Parecen trabajadas por las mismas manos.
Si en la superficie de Yonaguni no se hubiera hallado nada, la suposición ortodoxa quizá tendría razón de ser y podríamos admitir que la formación sumergida es un guiño geológico. Algo, a pesar de todo, verdaderamante complicado. Pero si lo que hay dentro y fuera del mar es igual, es que inevitablemente tiene un mismo origen.
Dicho esto, batamos la isla. ¿Y que encontramos en ella? Más y más restos arqueológicos.
Por su aspecto, grandes bloques pétreos a modo de monolitos tallados con sobriedad y dispuestos sobre terrazas naturales que recuerdan mucho a los centros ceremoniales incas de Machu Pichu (Perú), situados a miles de kilómetros de distancia.
Geólogos de la universidad de Ryukyu responsables de estos estudios concluyeron que fue una construcción humana y no de origen natural. De otra forma debería haber un montón de piedras debido a la erosión y todavía no se ha encontrado ni una sola.
Más aún, hay calles como guía alrededor de ella, que también indica que no es un producto natural. Diversos geólogos de la universidad de Boston de EE.UU. encontraron que las escaleras existentes fueron hechas con una serie de capas de piedra de un metro de alto, que se asemejan a escalones. A pesar de esto, uno podría deducir que esa estructura se formó con la ruptura de las rocas por la erosión del agua, esa clase de fina escalera nunca ha sido encontrada como resultado de un proceso natural. Arqueólogos de la universidad de Londres creen que los constructores debían ser por lo menos de un nivel de civilización ancestral como la mesopotámica y la del río Indo.
Por tanto, estaríamos en la antesala de asegurar que Mu, o en su defecto una tierra similar, pudo –tal vez– existir.
O quizás una posibilidad nueva se nos abra y podamos preguntarnos: ¿Acaso dichas similitudes podrían también significar que ambas civilizaciones, pese a estar tan distantes en el tiempo, tuvieron la influencia de una misma cultura madre? La ortodoxia, qué férrea!, dice que no, pero...
Con ello quiero hacer meditar al lector. El hecho de admitir que tanto Mu como la Atlántida o como Lemuria, otro continente perdido que las leyendas ubican en el Índico, no hayan existido como tales y correspondan a una cultura con sorprendentes conocimientos, extendida por todo el planeta, que sucumbió dando origen a los mitos referidos antes de que surgieran los pueblos remotos de los que sí tenemos constancia fehaciente.
Hay un modelo de corriente principal establecido actualmente en la sociedad humana. Este modelo, sin embargo, no explica los recientes descubrimientos arqueológicos. ¿Se conectan estructuras de hoy y estructuras prehistóricas de algún modo? La historia actual de hecho, falla en explicar las antiguas civilizaciones perdidas. Éstos son indicios que nos hablan sobre ellas. En otros términos, es muy probable que estos descubrimientos, como los restos bajo el mar y similares, contienen la evidencia oculta de civilizaciones humanas del pasado.En uno u otro caso encontramos que, al igual que la del hombre, la historia de las civilizaciones también tiene eslabones perdidos.
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